¿Inflexión en la necesaria transición energética? Enfrentemos sus verdades incómodas
Fue el Nobel Al Gore quién acuñó en 2006 la “verdad incómoda” para referirse al reto del cambio climático. Hoy, además, debemos plantearnos otras verdades incómodas sin cuyo abordaje no podremos avanzar en la colosal y necesaria transformación de la descarbonización a escala global:
- Ser agentes activos de la industria de bienes de equipo de la descarbonización supone renunciar parcialmente, por un periodo, a la descarbonización. La transición energética es intensiva en metales y metaloides, todos ellos, con una intensa huella fósil. Quizá, China obtenga del uso masivo del carbón una de sus principales ventajas competitivas en esta decisiva industria.
- Los modelos chino e indio de reducción de la pobreza les están llevando a carbonizarse mucho antes de empezar a descarbonizarse. Algunos países africanos reclaman seguir esta senda. Solamente estas tres áreas geográficas suman más de la mitad de la población del planeta. Es por ello por lo que las emisiones de gases de efecto invernadero continúan creciendo cada año.
- La digitalización (inteligencia artificial, monedas virtuales, centros de datos, etc.) es tan consumidora de electricidad “firme”, que su despliegue exponencial es posible que sea incompatible, por ahora, con un masivo aprovisionamiento de electricidad descarbonizada. Podría ser que estemos ante un claro conflicto entre digitalización, descarbonización y aumento de productividad.
- Otro tanto ocurriría con la llamada autonomía estratégica. Entre otras medidas, exigiría intensificar algunas actividades primarias como la minería o la agricultura. Igualmente habría que volver la mirada a una parte de la industria, ahora deslocalizada.
En este sentido, en los últimos años están floreciendo nuevas iniciativas soberanas de los Estados, alejadas del ortodoxo orden liberal de Bretton Woods de 1944, del llamado Consenso de Washington de 1989 o del Acta Única Europea de 1986. Una nueva ortodoxia, hasta ahora heterodoxa, se está abriendo paso.
La iniciativa de la administración Biden en 2022 con la llamada “Inflation Reduction Act” o la propuesta de impuesto en frontera de la UE, “Carbon Border Adjustment Mechanism” de 2023, estarían intentando abordar algunas de las incomodas verdades que ya venimos visualizando. Parte del malestar, con potencial desestabilizador, ya se inició en 2018 en Francia con el movimiento de los chalecos amarillos y continua con la reciente agitación en el sector agrícola.
Por todo ello, desde la política energética resulta ineludible tomar conciencia de todas las dimensiones del problema. Es crítico para avanzar con realismo utópico hacia una economía descarbonizada, sin dañar el sistema de libertades que nos hemos dado, ni comprometer el bienestar de los ciudadanos.
Por ahora, lo que se observa es una creciente divergencia entre la ambición climática manifestada y la realidad practicada. Urge la convergencia entre discurso y praxis.
También urge un desempeño institucional a la altura de los retos en juego. El Estado, en su condición de regulador, de tramitador y de arbitro, debe seguir abordando las deficiencias identificadas.
De hecho, resulta sumamente interesante que la Unión Europea, en estos momentos, al tiempo que mantiene vivo su compromiso con el pacto verde, lo condiciona a la competitividad de la economía, la industria y la agricultura.
Sobre ello hablaremos en profundidad en nuestro próximo encuentro.